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"he puesto gran empeño en crear con la pluma la magia que las letras esconden ..."

lunes, 30 de septiembre de 2013

ANALOGIA: LA VASIJA CON RAJADURAS

                                                                                           
POR:   
MARTHA LILIANA LINARES ALVARADO
ANALOGÍA: LA VASIJA CON RAJADURAS
Cierto hombre transportaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas, sujetas en las extremidades de un pedazo de madera que colocaba atravesado sobre sus espaldas.
Una de las vasijas era más vieja que la otra, y tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante dos años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija más joven estaba siempre muy orgullosa de su desempeño, y tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –Comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?

El tema  de la vejez es para una gran  mayoría de seres humanos el  encuentro con ese yo que nunca quisieron ver, avanzar en edad con todo lo que a ella le adviene, hoy día  es en cierta medida  lo gota que rebasa la copa  del estereotipo de belleza contemporáneo. El mundo de la apariencia ha olvidado la preciosidad y la riqueza que llega con la tercera edad  y aunque todos nosotros, en algún momento envejecemos, pasamos mucho tiempo emprendiendo una carrera vertiginosa en contra del reloj, dejando a un lado el cultivo de la mente y del espíritu, descuidando el intelecto y buscando en placeres superfluos, una juventud esquiva y  lisonjera. 
Olvidamos  lo útil que se vuelve la experiencia con el paso de los años, así, esa vasija llena de  grietas encuentra que el trabajo y la utilidad permanecen, lo que cambia es la  manera de brindarlo. ¿que manera una  sociedad podría analizar, sentir, predecir y llegar a tomar  decisiones sin la experiencia y madures del anciano? ¿Cuantos errores cometería nuestra historia sin la remembranza  y claridad del anciano?...  toda sociedad fortalece su derrotero con la sabiduría del viejo, ellos siembran las flores de la tradición y  la col de los valores con las cuales  nuestra cultura enriquece su patrimonio.
Es normal ver como los viejos son abandonados y relegados por no disponer de las mismas fuerzas que el joven, muchos desventurados deambulan por las calles porque aun en su adultez, no aprendieron a vivir con dignidad; así, los años mismos  cobran  con  soledad y pobreza la pereza, mediocridad y malas  decisiones de la juventud.
Ser una autentica y útil vasija exige traer consigo una experiencia  de vida  llena de sabiduría y tranquilidad, porque ahí reside  el grandioso aporte de la vejez a la sociedad.
Las arrugas y las canas traen  consigo las huellas del tiempo, las huellas que han marcado el ritmo de nuestra marcha, las satisfacciones que nos heredaron los triunfos y las frustradas épocas donde aprendimos a levantarnos y continuar el camino; entonces, ¿Por qué borrarlas? Ellas, hacen eco en   las generaciones venideras y recuerdan  que la  vida tiene sentido en cuanto se sabe vivir. Las grietas que permitían regar las  flores y los frutos, son aquellas arrugas que en muchas ocasiones nos avergüenzan y por ello, olvidamos que la ancianidad tiene  su razón de ser en nosotros mismos,  en lo que  somos para los demás y en lo que hemos construido por y para la humanidad.


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