POR:
MARTHA LILIANA LINARES ALVARADO
ANALOGÍA: LA VASIJA CON RAJADURAS
Cierto hombre transportaba agua todos los días a su aldea usando dos
grandes vasijas, sujetas en las extremidades de un pedazo de madera que
colocaba atravesado sobre sus espaldas.
Una de las vasijas era más vieja que la otra, y tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante dos años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija más joven estaba siempre muy orgullosa de su desempeño, y tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –Comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?
El tema de la vejez es para una gran mayoría de seres humanos el encuentro con ese yo que nunca quisieron ver, avanzar en edad con todo lo que a ella le adviene, hoy día es en cierta medida lo gota que rebasa la copa del estereotipo de belleza contemporáneo. El mundo de la apariencia ha olvidado la preciosidad y la riqueza que llega con la tercera edad y aunque todos nosotros, en algún momento envejecemos, pasamos mucho tiempo emprendiendo una carrera vertiginosa en contra del reloj, dejando a un lado el cultivo de la mente y del espíritu, descuidando el intelecto y buscando en placeres superfluos, una juventud esquiva y lisonjera.
Una de las vasijas era más vieja que la otra, y tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante dos años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija más joven estaba siempre muy orgullosa de su desempeño, y tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –Comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?
El tema de la vejez es para una gran mayoría de seres humanos el encuentro con ese yo que nunca quisieron ver, avanzar en edad con todo lo que a ella le adviene, hoy día es en cierta medida lo gota que rebasa la copa del estereotipo de belleza contemporáneo. El mundo de la apariencia ha olvidado la preciosidad y la riqueza que llega con la tercera edad y aunque todos nosotros, en algún momento envejecemos, pasamos mucho tiempo emprendiendo una carrera vertiginosa en contra del reloj, dejando a un lado el cultivo de la mente y del espíritu, descuidando el intelecto y buscando en placeres superfluos, una juventud esquiva y lisonjera.
Olvidamos lo útil que se vuelve la
experiencia con el paso de los años, así, esa vasija llena de grietas encuentra que el trabajo y la
utilidad permanecen, lo que cambia es la
manera de brindarlo. ¿que manera una
sociedad podría analizar, sentir, predecir y llegar a tomar decisiones sin la experiencia y madures del
anciano? ¿Cuantos errores cometería nuestra historia sin la remembranza y claridad del anciano?... toda sociedad fortalece su derrotero con la
sabiduría del viejo, ellos siembran las flores de la tradición y la col de los valores con las cuales nuestra cultura enriquece su patrimonio.
Es normal ver como los viejos son abandonados y relegados por no disponer
de las mismas fuerzas que el joven, muchos desventurados deambulan por las
calles porque aun en su adultez, no aprendieron a vivir con dignidad; así, los
años mismos cobran con
soledad y pobreza la pereza, mediocridad y malas decisiones de la juventud.
Ser una autentica y útil vasija exige traer consigo una experiencia de vida
llena de sabiduría y tranquilidad, porque ahí reside el grandioso aporte de la vejez a la
sociedad.
Las arrugas y las canas traen
consigo las huellas del tiempo, las huellas que han marcado el ritmo de
nuestra marcha, las satisfacciones que nos heredaron los triunfos y las
frustradas épocas donde aprendimos a levantarnos y continuar el camino;
entonces, ¿Por qué borrarlas? Ellas, hacen eco en las generaciones venideras y recuerdan que la
vida tiene sentido en cuanto se sabe vivir. Las grietas que permitían
regar las flores y los frutos, son aquellas
arrugas que en muchas ocasiones nos avergüenzan y por ello, olvidamos que la
ancianidad tiene su razón de ser en
nosotros mismos, en lo que somos para los demás y en lo que hemos
construido por y para la humanidad.